Escrito por Arnaldo Figurelli Cavali, Director General de IsoCindu, líder mundial en la producción de paneles
metálicos aislantes
El futuro presidente de México, Andrés Manuel López Obrador anunció un fuerte impulso a la construcción,
con el compromiso a realizar más obra pública y grandes proyectos de infraestructura, elevando la inversión
en obra pública de manera paulatina a 5% del Producto Interno Bruto (PIB).
Por el otro lado, el Presidente electo también anunció políticas de sustentabilidad para cumplir con el Acuerdo
de París y combatir el cambio climático. Sin embargo, hay una aparente contradicción entre las dos posiciones,
si consideramos que la industria de la construcción es una de las más contaminantes del mundo y que más
recursos no renovables (como el agua) utiliza.
Los materiales, la operación y la logística de la construcción son responsables de más del 50% de las emisiones contaminantes en el mundo, y la Comisión Nacional de Vivienda (CONAVI) estima que México tendrá unos siete millones de viviendas construidas en 2050, mismas que emitirán unos 25 millones de toneladas de gases de efecto invernadero.
Además, la construcción es responsable del 16% del consumo mundial de agua, mientras que un 9% de las extracciones de agua de fuentes naturales destinadas al sector industrial se emplearon en la producción del concreto.
¿Cómo sortear esta aparente contradicción entre impulsar uno de los principales motores de la economía y disminuir la huella ecológica que éste representa? La respuesta está en utilizar sistemas constructivos más modernos y amigables con el medio ambiente. Sí construir más, pero a la vez construir mejor.
Los sistemas de construcción tradicional han realizado un excelente trabajo al día de hoy en México, pero sin
duda debemos dar el paso a nuevas alternativas con edificaciones más sustentables, más ligeros, con mejores
performances, y con un mejor Retorno de Inversión (ROI).
Las nuevas técnicas de construcción aprovechan las energías renovables, utilizan materiales de menor
impacto y mantienen la belleza arquitectónica. Por ejemplo, el sistema constructivo con paneles aislantes que
usan países con un gran nivel de desarrollo, como Japón o Alemania, han logrado construcciones en menor
tiempo, ahorro en recursos no renovables como el agua, ahorro en el consumo de energía, un retorno de la
inversión en menor tiempo, todo esto cumpliendo con las normativas de seguridad y durabilidad.
Además, el entorno económico lo reclama. Para muestra un botón: la inflación en los precios de los insumos
para construir alcanzó 10.04% en lo que va del año, de acuerdo con cifras del Índice Nacional de Precios al
Productor del INEGI. Los precios del acero, el cemento, la varilla, el alambre y alambrón siguen en aumento,
lo que probablemente continuará frente al arancel impuesto por Estados Unidos a los derivados del acero y
del aluminio, como señala en la Cámara Mexicana de la Industria de la Construcción en su informe, “Situación
Actual y Perspectivas de la Industria de la Construcción en México”.
Hoy, constructoras y arquitectos tenemos el enorme reto de romper con el mito de que lo sustentable es
costoso y no es rentable. Es verdad que ciertos costos pueden aumentar hasta en un 5%, pero se pueden
lograr ahorros en la operación de hasta el 30%, al tiempo que se disminuye el impacto ambiental.
En ese sentido, la nueva Administración tiene la oportunidad de impulsar al Consejo Mexicano de Edificación
Sustentable fortaleciendo y generando nuevas regulaciones dentro de un marco legal claro, que beneficien
los proyectos sustentables.
Asimismo, se debería impulsar una política de incentivos económicos a quienes realicen edificios con
certificaciones como la LEED (Liderazgo en Energía y Diseño Ambiental) para la promoción de desarrollos
inmobiliarios “verdes”, que cumplan con la meta de tener una AMLOpolis sustentable, con equilibrio entre
naturaleza y funcionalidad de los edificios. México ya tiene un buen desarrollo de la certificación LEED, que
actualmente es voluntaria, con más de 1,000 construcciones mexicanas registradas y 329 certificadas.
Sin embargo, a nivel mundial, México ocupa el lugar nueve en certificación LEED y el número dos en Latam,
solo por debajo de Brasil.
Actualmente, IsoCindu fabrica paneles para fachada y techo, que aportan créditos para la certificación LEED.
Utiliza materias primas reciclables como el acero y productos que no dañan la capa de ozono como el
Ciclopentano. Sus paneles están técnicamente diseñados para contribuir con el ahorro energético y
sustentabilidad del medio ambiente, y son fabricados en la planta ubicada en Silao, Guanajuato la cual cuenta
con una de las líneas de producción más modernas del mundo.
Tras la ligera recesión que vivimos por las elecciones de 2018, podemos imaginar que se reactivará el flujo de
inversión hacia México, especialmente con la firma del tratado de libre comercio con los EEUU. Vendrá la
necesidad de edificar naves industriales, edificios y oficinas, además de los desarrollos nacionales que
pretenden construir edificios con un Retorno de Inversión (ROI) rápido y que garanticen la seguridad, ante los
fenómenos naturales que se han presentado con mayor actividad en los últimos años.
El reto de la siguiente Administración es por tanto de facilitar este flujo de inversión privada y liberar recursos
públicos para invertir en infraestructura y obra pública, impulsando a la vez nuevos sistemas constructivos
que le permitan cumplir con los objetivos planteados en su plan de desarrollo territorial conocido como
“AMLOpolis” para tener ciudades sustentables y su propuesta medioambiental, “NaturAMLO: México está en
la tierra” para enfrentar el cambio climático.
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