La etapa surrealista de Raúl Anguiano es legítima “en cuanto tiene que ver con sus propios procesos”: Gregorio Luke

• El especialista, acompañado por Brigita Anguiano y Louise Noelle, impartió una conferencia magistral sobre el creador jalisciense
• En el marco del homenaje nacional por el centenario de su nacimiento

A cien años del natalicio de Raúl Anguiano es indispensable estudiar su etapa surrealista, porque no se le han dedicado suficientes investigaciones, aseguró el curador independiente Gregorio Luke durante la conferencia magistral que impartió la noche del miércoles 29 de abril en la Sala Manuel M. Ponce del Palacio de Bellas Artes sobre el creador jalisciense, en el marco del homenaje nacional que se le rinde para conmemorar esta fecha.

Flanqueado por Brigita Anguiano, viuda del  artista, y Louise Noelle, titular de la Academia de Artes, Luke dijo que las obras surrealistas de Anguiano se exhiben actualmente en París y en otras ciudades europeas y estadunidenses, pues “su surrealismo es legítimo en cuanto tiene que ver con sus propios procesos”, afirmó.

En esa etapa, Raúl Anguiano “soñaba mucho y tenía una memoria perfecta, al grado de que podía acordarse exactamente de lo que soñaba. Su formación surrealista es totalmente diferente a lo que estamos acostumbrados a ver de su obra nacionalista”.

Según el ex agregado cultural del Consulado General de México en Los Ángeles, Anguiano “hizo cuadros surrealistas estupendos, pues en ellos vio sus sueños, que son legítimos, como un personaje totalmente perdido en una estructura rosa. Mi cuadro favorito de Raúl Anguiano de esa etapa es Caín y Abel, que lo pintó después de una pesadilla particularmente violenta; es una imagen angustiante, porque el rostro de la víctima es muy parecido al de un hermano del autor. Es una pesadilla que logró recrear de manera perfecta”, explicó el conferencista.

Luego de hacer una atenta invitación al público a visitar la exposición El eterno femenino de Raúl Anguiano, que se exhibe en el Museo Nacional de San Carlos, el ex director del Museo de Arte Latinoamericano de Long Beach, en California, dijo que el Palacio de Bellas Artes siempre ha honrado el arte de Anguiano.

Recordó que conoció al muralista y grabador en 1996. “Lo que más admiré de él, mucho más que la diversidad de su obra, fue al hombre, en ese entonces un venerable anciano de 80 años. Era delgado, pulcro, de una extraordinaria rapidez mental, que podía hablar en cualquier circunstancia de política o de lo que fuera en cualquier idioma”, comentó Luke.

“También me daba la impresión de estar hablando con un hombre de 40 años que, entre sus planes inmediatos, estaba seguir pintando murales y revivir el muralismo. Parecía tan descabellado que un hombre de 80 años pretendiera esto. Cuando Anguiano murió, a los 91 años, tenía cinco contratos firmados para realizar igual número de murales y una agenda de conferencias más intensa que la mía. Esto habla de su ímpetu”.

Por eso, agregó, “yo asocio mucho a Raúl Anguiano con la figura del Quijote, porque él fue parte de la segunda generación de muralistas, a la cual le tocó defender este género artístico cuando comenzaba a surgir otro tipo de corrientes estéticas y cuando ya no existía demasiado apoyo estatal o crítico. Como el Quijote, Raúl Anguiano fue un hombre que se levantó y siguió adelante, guiado por su fuerza de convicción”.

Señaló que la obra de Anguiano fue influida activamente por los tres grandes muralistas mexicanos: Orozco, Rivera y Siqueiros. Con la ayuda de diapositivas, Gregorio Luke habló intensamente sobre la trayectoria artística de Anguiano, desde los pequeños esbozos de su niñez hasta su muerte hace nueve años, pasando por los diferentes murales “destruidos” en el transcurso de los años.

“La ruptura y el recomienzo de Raúl Anguiano sucedió en 1949, cuando se lanzó a la expedición de Bonampak al mando de Carlos Frey”, señaló Luke, quien luego ofreció una primicia: el cortometraje original de esta trágica expedición que le costó la vida a varios participantes.

En su turno, la viuda del artista dijo que el muralismo –del cual Anguiano fue uno de los últimos representantes mexicanos– es el arte para el pueblo y para que las futuras generaciones no se olviden de los grandes valores de nuestro país.

Al final, la historiadora de arte y especialista en arquitectura Louise Noelle enfatizó que Raúl Anguiano “tuvo una larga y productiva existencia; realizó obras señeras del arte mexicano del siglo XX, tanto grabados como pintura de caballete y mural. Esto le proporcionó la oportunidad para presentar numerosas exposiciones en ámbitos nacionales e internacionales que avalan los múltiples reconocimientos a los que se hizo acreedor, entre ellos el Premio Nacional de Ciencias y Artes en 2000”.

Y concluyó, a manera de profecía: “Este gran artista y trabajador incansable de temperamento afable y generoso, con un proverbial entusiasmo y extraordinaria memoria, pervivirá por siempre entre nosotros”.