- El arquitecto recibió la Medalla Bellas Artes 2013 de manos de la directora general del INBA
- "Quiero subrayar algo: se ha dicho que la arquitectura puede ser poesía también, algo que he intentado toda mi vida”, expresó el galardonado
“Es un orgullo para el Instituto Nacional de Bellas Artes y para el Consejo Nacional para la Cultura y las Artes entregar un merecido reconocimiento a nuestro muy querido arquitecto Carlos Mijares Bracho, que cuenta con una de las trayectorias que más se ha distinguido dentro de la dimensión estética de la arquitectura.”
Lo anterior fue expresado por la directora general del Instituto Nacional de Bellas Artes (INBA), María Cristina García Cepeda, quien entregó la Medalla Bellas Artes 2013 a Carlos Mijares Bracho, en una ceremonia en la que estuvieron presentes Dolores Martínez Orralde, directora de Arquitectura y Conservación del Patrimonio Artístico del INBA, y el arquitecto Fernando González Gortázar, quien le dirigió al galardonado unas emotivas palabras de admiración, agradecimiento y respeto.
La directora general del INBA dijo que “Carlos Mijares Bracho es un hombre generoso de quien admiramos el talento, la pasión y la sensibilidad artística, con lo que ha creado una obra destacada que recuerda el pasado, tiene la mira en el presente y vislumbra el porvenir. La arquitectura, una de las bellas artes, está de fiesta en este día en que homenajeamos a Carlos Mijares Bracho, a quien tantas generaciones de arquitectos agradecen su energía, su pensamiento y su enseñanza”.
“Destacamos su obra en la arquitectura industrial, religiosa y residencial, y su reinterpretación de los sistemas constructivos tradicionales. La obra de Mijares Bracho nos recuerda la naturaleza poética de la arquitectura. Uno de sus compañeros de generación, Ricardo Legorreta, sostenía: ‘Sus iglesias y sus casas irradian paz’.
“Termino con unas palabras de Carlos Mijares Bracho que reflejan cómo es y qué afortunados somos quienes hemos tenido la oportunidad de convivir de alguna manera con él. Carlos nos dice: ‘mi obra no es solo lo que yo he producido, es también lo que he visto, lo que he me ha atraído y lo que he rechazado, son todos mis maestros, todos mis discípulos y todos mis amigos‘. Para el Instituto Nacional de Bellas Artes, mi querido Carlos, es un altísimo honor hacerte entrega de esta Medalla, a ti que eres un profesionista que ha dedicado su vida a la arquitectura”, concluyó María Cristina García Cepeda.
Durante su caluroso discurso, Fernando González Gortázar abordó las cualidades profesionales y personales de su maestro y amigo Carlos Mijares Bracho: “Diré una obviedad: existen pocos como Carlos Mijares Bracho, el arquitecto al que admiro, el amigo al que quiero.
“Carlos es un creador al margen de toda corriente, de todo grupo de poder, que brilla con una luz intensa, propia, distintiva, en nuestro panorama. Nunca dejo de aprender de su genio que concibe espacios maravillosos, que da un lugar primordial a la luz para explotarla hasta sus últimas gotas.
“Admiro la forma como aplica los materiales y cómo se transmiten las cargas de una manera perfecta que parece que se establece una igualdad entre el material y el modelador. Hay aquí una especie de panteísmo, como si Carlos rindiera homenaje al material, con el mismo respeto que haría hacia un semejante.
“Nunca dejo de aprender de su modestia y sabiduría para encastrar el edificio en un contexto urbano, con una gran humildad que no quita lo grandioso a la arquitectura. Nunca dejo de aprender de su forma de mirar y de la capacidad de convertir las emociones en palabras. Es uno de los seres humanos más generosos que conozco.
“Nunca dejo de aprender de su capacidad de análisis, de su curiosidad inagotable, de su permanente búsqueda de preguntas trascendentales, de su inquietud indagadora; de su congruencia, honestidad e integridad sin fisuras; de su capacidad para dejarse tocar y conmover por arquitecturas de diferentes tiempos y geografías, para luego convertirlas en ese trabajo magnífico que es el suyo; de su solidaridad y lealtad para sus allegados, de su generosidad para transmitir a otros su sabiduría y formar nuevas generaciones sabiendo que somos un eslabón de una cadena sin fin que debe ser fuerte para que continúe este proceso.
“Carlos es un maestro en el más amplio sentido de la palabra. Es mi enseñante, mi amigo, mi ejemplo; un arquitecto de gran originalidad y grandes vuelos, un hombre de la historia y de su tiempo. Ha tomado los riesgos de la independencia, de remar contra corriente. Su obra significa un acto de rebeldía y subversión. Lo que nos ha enseñado con su obra y con su vida es invaluable. Todos estamos en deuda con él”, finalizó Fernando González Gortázar.
Emocionado tras este discurso, el arquitecto galardonado agradeció al INBA por la Medalla Bellas Artes y a los participantes por sus palabras. “También quiero agradecer a todos los presentes y a quienes me han enseñado muchas cosas, que no mencionaré porque no acabaría nunca. Asimismo, a los que han hecho cosas maravillosas de las que he aprendido. Quiero subrayar algo: se ha dicho que la arquitectura puede ser poesía también, algo que he intentado toda mi vida, pero si lo he logrado o no es algo que no me corresponde decir.”
De igual forma, agradeció a los que “han hecho el verdadero trabajo, los olvidados, los que no tienen acceso a los libros, al prestigio, ni al reconocimiento académico, los intérpretes de la arquitectura: los albañiles, de quienes he aprendido mucho. Cuando uno llega con ellos dispuesto a aprender, uno sale ganando, no solo por los conocimientos que le transmiten, sino porque lo invitan a tener una actitud ante ellos en el proyecto y en la obra que les permite enorgullecerse también de lo que hacen, y eso provoca que su trabajo, que la calidad, sea mayor.
“Es un hecho digno de reflexión en momentos tan emocionantes y conmovedores como éste, que la arquitectura es una manifestación particularmente compleja, intrigante y maravillosa. Se hace con intérpretes, pero también con los usuarios también, quienes llegan a transformarla, y que a veces es simplemente el tiempo el que la convierte en ruinas. Uno a veces piensa, y no deja de ser divertido, ¿qué le pasará a esto que estoy haciendo cuando se haga ruina? ¿Tendrá algún interés? Es un problema intentar también la labor del profeta aparte de la de arquitecto”, concluyó con humor Carlos Mijares Bracho.
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