Por Eduart Martínez.
Estábamos haciendo el amor, tus gemidos eran el ritmo adecuado para seguir acariciando tus pechos bien formados, tocando en instantes tu sexo y degustando con mis labios tus muslos fuertes y redondos, me mirabas con ojos de lujuria entre cerrados, el sudor escurría a gotas cuantiosas por tu frente, recorría parte de tu cuello, parte de tu espalda, marcaba tu piel con más luz, con más intensidad de placer.
Cambiamos de posición, tus nalgas se mostraron ante mis ojos, ante mi sexo, ante mi todo, ante mis pensamientos más sucios, pensamiento escondidos entre neuronas con ideas perversas de saciar mi sed de sexo, de placer, de calor, de deseo hacia ti.
Los besos regados los estabas recogiendo para ponértelos en tu boca carnosa, me habías dicho que nadie te había besado como lo hice yo, una lagrima brotó de tus ojos color canela, color madera, color café, varias tonalidades me veían a mi con mi cuerpo desnudo, tapando apenas mis piernas, se asomaba mi sexo cansado, me veías, me deseabas de nuevo, me besabas el cuello, las manos, el pecho, bajabas lentamente hasta llegar a mi otro yo, suspire, respire, me asuste, disfrute como nunca lo que tu boca, lengua y labios me hacían. Gemías de placer, de calentura, eras culpa y pecado, mentira y verdad, acompañante y desconocida.
Al poco tiempo te acostaste en la cama de renta, me veías con atención como analizando mis ojos, mi mirada, mi cara, mi cabello, mis ligeras expresiones; quería adivinar las respuestas o decirte algo, no pude, el silencio se escuchó por toda la habitación, te vestiste, tu ropa interior me excitaba, ese color negro es mi preferido, y mejor si es de encaje.
Tomaste el dinero del buró, me diste las gracias, te dije gracias, nos dijimos gracias, todo fue por la palabra gracias, no se dijo mas, saliste, tus tacones poco a poco se fueron diluyendo al salir de la habitación, cerraste la puerta, me acerque al buró, dejaste una nota y escribiste que te marcara mañana por si quería enamorarme de una mujer que dejaría de ser de muchos hombres para ser de un solo corazón. Sonreí.
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